UN NUEVO PUENTE

Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.

sábado, 19 de febrero de 2011

EL UNIVERSO IMPIADOSO DE ALBERTO URE


Aunque una única obra parece muy poco, la incidencia de Alberto Ure en el teatro local es tan fuerte que ese aporte solitario adquiere otra significación. La familia argentina –que acaba de subir a escena en el Centro Cultural de la Cooperación- es un espejo cabal del universo impiadoso de este mítico director y formador de actores. Con todos los elementos que tanto usó en sus trabajos, especialmente la violencia profunda que subyace y salta de pronto como un chorro de lava pero también un humor vitriólico de alto nivel, Ure muestra una familia especialmente disfuncional para la “buena sociedad”. Carlos y Laura han sido hasta hace poco un matrimonio todavía joven de reconocible y respetable clase media, él psicoanalista, ella diseñadora, todo bien. Pero había una pieza que no encajaba en el dibujo, Gaby, la hija de ella, 21 vitales años, hace rato que quería acostarse con su padrastro. Y se convierten en amantes. Ya juntos, Laura irrumpe en el departamento que comparten y lo suyo es un verdadero vómito de acusaciones, insultos y amenazas. Carlos absorbe bien los golpes como un boxeador veterano, porque la pelea estaba programada. Pero cuando se incorpora Gaby todo se le vuelve menos manejable. La obra tiene alto voltaje y diálogos agudos, duración cauta y elementos básicos de indiscutible nobleza. Lo que ocurre es que los cambios en el magma escénico de Buenos Aires son muy veloces y el texto parece ahora un ¿Quien le teme a Virginia Woolf? fuera de calendario. Cualquier mujer se sentiría hoy como Laura, que duda cabe, pero estos conflictos ya no suben al escenario de esa manera porque nuevas dramaturgias los pasan por varios filtros y lo que suele quedar está más cerca de la parodia que del dolor. Algo de ese sedimento burlón se percibe en la situación de cierre.

La dirección de Cristina Banegas respeta el mundo Ure y obtiene excelentes trabajos de la pareja mayor. Luis Machín enriquece con muchos detalles valiosos el cinismo de Carlos, que adorna también con un estupendo dominio corporal. Claudia Cantero en Laura monopoliza con su estallido toda la primera parte y muta después hacia una especie de “bueh, ya se me pasó” que pega con efecto cómico en la platea: es la suya también una interesante interpretación. En cambio Carla Crespo no parece haber encontrado los acordes exactos de Gaby, personaje que hace un poco de ruido en el armado general como si girara en falso todavía. La ambientación y las luces responden a una prolija concepción de puesta.

jueves, 10 de febrero de 2011

EL DEALER MANDA: JUGADO...Y SIN RESTO


El muy buen autor inglés Patrick Marber, conocido mundialmente a través de Closer que llegó también el cine, cedió por suerte a la tentación de hacer teatro dentro de ese excelente tubo de ensayo que es una partida de póker. Ahora que este juego dejó la intimidad de las mesas llenas de humo bajo un chorro de luz para ganar adeptos en todo el mundo vía tv e internet, es oportuno maridar su nobleza con la nobleza de la escena. La obra no tiene misterios, si hay algo que funciona como fuente de tensiones es un grupo apretado de adictos esperando, calculando y semblanteando. El azar no tiene nada que ver. Por eso en El dealer manda Marber -de hecho un cultor del póker- se detiene en las horas previas al choque que humedece las manos y hace crujir los dientes, muestra a sus personajes arriba en el salón del restorán antes de la cita en el sótano. Casi podría decirse que invierte el orden previsible -esto es muy interesante en el texto- y detona la granada antes de sacarla del bolsillo, es como si esos seis contendientes corrieran la película al revés y estallaran anticipándose a la excitación del juego para recién después sentarse ante el paño verde. En algo menos de hora y media hierven y salpican muchas cosas que han sido comprimidas mucho tiempo, se ponen negro sobre blanco deudas en metálico y de las otras, los 52 naipes del mazo correrán centrifugando esas pasiones. La falta de un conflicto definido se hace sentir de a ratos pero en las situaciones que anteceden a la partida, cuando llega el juego la pieza crece y gana en solidez. Como tantísimas veces en la pantalla, hasta el espectador ignorante de póker se inclina en su asiento cuando la apuesta se vuelve vertiginosa. Marber es un cabal hombre de teatro.
La puesta es puro desafío porque en El dealer manda pasa de todo y no pasa nada. Leonardo Kreimer eligió un mecanismo eficaz pero a la vez poco menos que obligado para rellenar los baches de tiempo, valerse del apagón salvador pero -él mismo lo explica en un video- haciendo que los golpes de luz funcionen como el gatillo de un arma y movilizar así la acción. Su trabajo es minucioso y los intérpretes ponen lo máximo, pero la puesta muestra un abuso del grito y la crispación que irritan sin condensar espesura dramática. Un replanteo que optara un poco más por el medio tono tal vez armaría otro clima. La muy buena composición de Gaby Páez en Maxi, por ejemplo, corre peligro por esta ausencia aunque se gana en buena ley algún aplauso a escena abierta. Pero las virtudes del elenco son notorias y montan una dínamo de alto voltaje con Mariano Caligaris, Leonardo Castillo, Nicolás Martini, Fernando Margenet y Giancarlo Pia Mangione. Luces y ambientación fueron manejados con sabiduría por Andrea Patrón. El programa de mano incluye un naipe, como tengo dos y ambos son pique esta gente me ha metido en su maraña de cada jueves.