HAMLET
Toda recreación de “Hamlet” genera mucho entusiasmo. Su trama
condensa el retablo de pasiones que convulsionan, todas las cumbres y
fosos de la condición humana. Brinda material a los estudios sobre el
poder, el amor y las pulsiones ocultas que siglos después edificarán el
psicoanálisis. Por eso esta nueva versión del traductor y director
Patricio Orozco llena todas las funciones. Tiene dos méritos básicos:
respeta hasta cierto punto la duración de la obra para que lo esencial
no se mutile y se inscribe en la línea contemporánea despojada de todo
academicismo y procurando rescatar la esencia popular que tuvieron estas
piezas cuando se estrenaron para la gente común. Como conocedor que es,
Orozco domina el material que maneja y se nota. A veces acierta y otras
no, a veces sus actores le responden muy bien y otras no. Es ponderable
la concepción general –la presencia del fantasma antes los centinelas
aprovechando las estructuras superiores de la sala, la soltura en las
entradas y salidas, el uso adecuado de un espacio escénico bastante
mezquino y el manejo de las luces. Es en cambio payasesca la
intervención de los cómicos que habrán de parodiar el crimen, esta
escena clave funciona mejor si es casi muda porque pone más zozobra en
el monarca asesino y usurpador, aquí está manejada como una murga
napolitana llena de excesos que el mismo Hamlet –en tramo omitido-
recomienda evitar. Por lo demás las situaciones esenciales se suceden
con fluidez manteniendo el interés de la platea. Las actuaciones son
desparejas. El mejor sin duda es Patricio Contreras en Polonio ya que
sintoniza con sutileza y picardía el espíritu general de la puesta y usa
bien los apartes al público, un trabajo inteligente. Alberto Ajaka en
Hamlet tiene algunos momentos intensos que funcionan pero su locura
simulada no fue controlada por la dirección y sufre desbordes notorios
que impiden además por atropello de sus parlamentos que éstos lleguen
nítidos al espectador. Aunque Antonio Grimau arma con buenos recursos
exteriores el cinismo viscoso del rey Claudio, falta cierto compromiso
interior con ese canalla esencial en su maldad (si se perdona la
digresión, algo que congelaba la sangre en el que brindó hace mucho
Héctor Bidonde). Superficial y ajena a todo lo que sucede llegó la
reina Gertrudis de Leonor Benedetto y denota entrega emocional la Ofelia
de Paloma Contreras, Sebastián Pajoni y Pablo Mariuzzi se ven creíbles
en Laertes y Horacio. La ambientación es simple pero eficaz. Con una
duración de dos horas cuarenta y cinco esta nueva resurrección del
príncipe de Dinamarca tiene categoría, es respetuosa del texto y permite
reencontrarse con el autor más grande de todos los tiempos. (Centro
Cultural de la Cooperación, viernes y sábados a las 22.)
UN NUEVO PUENTE
Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.
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