UN NUEVO PUENTE

Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.

sábado, 2 de octubre de 2010

TARDE, PERO LLEGO LA NAVAJA DE SWEENEY TODD


A 31 años de su estreno en Broadway, a la retaguardia de una gran cantidad de versiones en todo el mundo, por fin Buenos Aires alberga la navaja voraz del barbero Sweeney Todd. La historia –que tuvo su exitosa versión cinematográfica de Tim Burton con Johnny Deep- es muy conocida como ícono de la atmósfera neblinosa y sanguinolenta del Londres del siglo XIX, aunque varias cuadras detrás de Jack el destripador. Este hombre regresa para vengar la muerte de su amor y lo que busca con nuevo nombre pero idéntico odio es la garganta del juez Turpin a quien considera la fuente de todas sus desgracias. Una cocinera de pasteles de carne poco recomendables será su cómplice, armando con ella un negocio perfecto: él degüella en su tugurio de peluquero del piso alto, envía los cuerpos gracias al tobogán de un sillón ingeniosamente diseñado a la cocina de abajo y ella los convierte en relleno fresco y proteico para sus empanadas versión inglesa. La obra se apuntala en una partitura de Stephen Sondheim que tiene más de ópera macabra con excesos divertidos de grand guignol que de comedia musical propiamente dicha. Aunque atractiva en su truculencia, la trama debe asumir el problema de su falta de progresión y suspenso ya que todo queda expuesto muy pronto y hasta para el menos informado de los espectadores es fácil anticipar la escena siguiente. Por eso queda astutamente reservado para el segundo acto el efecto vedette del espectáculo: el nuevo sillón que veloz como un truco de magia manda cadáveres a la moledora de carne.
La versión local tiene un montaje preciso, eficaz y vistoso que se adapta bien al escenario un poco mezquino del Maipo, la maquinaria –delicada e imprescindible- no tiene fallas y los gabinetes con paneles deslizables sabiamente iluminados otorgan un clima propicio. Lo mismo puede decirse de la orquesta que conduce Alberto Favero y desde luego del vestuario de una especialista de primera como Renata Suscheim, todos siguiendo una puesta muy cuidada de Ricky Pashkus para quien este género hace rato que no tiene secretos. También era sencillo adivinar que buena parte de Sweeney… sería devorada por el carisma de Karina K en la cocinera Lovett, personaje perfecto para su talento muy poco común. Ella gira con los demás en este carroussell pero es el referente inevitable, una vez más cada gesto y mirada suyos atraen como un imán. Menos previsible resultaba el debut de un gran actor como Julio Chávez en teatro musical. Domina sin problemas todas las triquiñuelas del barbero siniestro, le sobra presencia y autoridad, pero son inocultables sus dificultades en el canto. Aunque con mucho entrenamiento, se notan dos cosas: una que busca reemplazar con potencia lo que le falta en modulación y otra que de a ratos parece preocupado por este desafío, como si toda la soltura interpretativa de la que es capaz se viera disminuida por un cierto estado de alerta antes de cada canción. El reparo no invalida para nada el salto que acaba de dar, uno más en una carrera impecable. Tal vez las dos horas y media se vuelvan un poco largas, pero Sweeney Todd, el cruel barbero de Fleet Street tiene asegurado un éxito cómodo y duradero.

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