UN NUEVO PUENTE
Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.
lunes, 7 de noviembre de 2011
ALAIN DELON, UN GALAN QUE CUMPLE 76
Cumple 76 uno de los galanes de mayor impacto que haya tenido el cine mundial, el francés Alain Delon. Con más de ochenta películas y unas cuantas apariciones en la televisión francesa está también entre los que más han filmado. A su enorme sugestión física y una fotogenia perfecta, hay que agregar como trampolín la seducción del truhán dispuesto a todo. Nació en Hauts-de-Seine el 8 de noviembre de 1935 y apenas traspuesta la adolescencia se instaló en París para explotar sin timidez sus chances de objeto sexual. Según datos fidedignos y nunca desmentidos, en esta escalera que él soñaba muy empinada hubo peldaños femeninos y masculinos. Fue un joven alegre y ganador de la noche parisina, donde no faltaron en sus maratones eróticas miembros de la nobleza y personalidades de las altas finanzas. Pero a fines de los cincuenta la meta de un muchacho como él era el cine. Llegó con cinco películas menores donde llamó la atención pero dentro de otros lindos como él y con la contra de ser productos con resultados mediocres. Hasta que en 1960 un muy buen director, René Clement lo eligió para un protagónico en Plein soleil (A pleno sol) donde compitió con Maurice Ronet y tuvo como contrafigura a la espléndida por entonces Marie Laforêt. Dicen las malas lenguas –que suelen ser malas pero no erradas- que la esposa de Clement exigió para él planos cada vez más largos y situaciones cada vez más exigentes. Lo cierto es que la película fue un éxito mundial y brillante rampa de lanzamiento para Alain, que voló hacia lo que habría de convertirse en el “fenómeno Delon”. La suerte lo ayudó porque ese mismo año comenzó el rodaje de Rocco y sus hermanos, gran obra cinematográfica de Luchino Visconti donde la nueva estrella demostró que era bonito y ambicioso pero también buen actor, tuvo un papel clave en esa tragedia a la cual benefició también el prestigio de Visconti en el ámbito cultural europeo. Y no paró más. Siempre apuntando alto, llegaron con el tiempo El eclipse de Michelangelo Antonioni y El gatopardo, otra vez con Visconti. A mediados de los sesenta, con treinta años, era el símbolo erótico masculino de Francia, empezaba a moverse como un hombre de altos ingresos y sólo debía instalarse en un mullido sillón a beber cognac y fumar Gouloises hasta que llegara el próximo contrato. Delon no cometió ese error. Muy astuto, se abstuvo de filmar cualquier cosa pero también de quedarse “mirando la nieve caer blandamente desde mi ventana que da al boulevard”. Trabajó mucho, cobró muy fuerte, usó a los medios, disfrutó las mujeres más apetecibles que se acercaron a él y afinó el olfato para encontrar un arquetipo bien francés pero de alto vuelo. Lo encontró con el gran Jean-Pierre Melville un realizador que sabía trabajar como nadie el cinema noir, esa variante francesa del policial norteamericano. Dos títulos con él terminaron de cimentar sus virtudes interpretativas y un enorme carisma para la pantalla: El círculo rojo y El samurai, esta última tal vez el mejor de sus trabajos para el cine. La nómina es muy larga, pero hay que mencionar El tulipán negro por haber sido una incursión en el film de aventuras al estilo Errol Flynn -volvería a esa línea con una de El Zorro- y Adiós al amigo porque era una muy buena historia y encontró en Charles Bronson un sorprendente competidor. Integró con Jean Paul Belmondo un dueto de oro en Borsalino y hasta se metió con Marcel Proust en Un amor de Swann, dirigido por Volker Slondörff.
Y allí está, millonario y bastante deprimido según se dice, tal vez porque ahora el espejo ya no le devuelve el Delon que lo acunaba en un mar de arrogancia. Envejecido sin duda. Pero mirando sus fotos de hoy descubrimos que no ha perdido el pelo. Desde luego, tampoco las mañas.
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