UN NUEVO PUENTE
Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.
viernes, 8 de febrero de 2013
NOCHES ROMANAS
Son dos personajes muy tentadores para el teatro y el autor italiano Franco D’Alessandro sucumbió a esa tentación. El extraordinario dramaturgo norteamericano Tennessee Williams y la volcánica actriz Ana Magnani fueron muy amigos, ella hizo para el cine sus obras La rosa tatuada y El hombre de la piel de víbora (título modificado en esta versión por el rechazo tan conocido de ese reptil en el mundo escénico, no existen, pero que las hay las hay…) y quedó fuera de otros proyectos. Al margen de esas contingencias, Williams visitaba a la Magnani en su domicilio romano con mucha frecuencia a lo largo de más de veinte años. Famosos y ricos, no eran felices. Enfermedades ajenas y turbulencias propias creaban un magma interno en erupción frecuente, pero uno era el cable a tierra del otro y D’Alessandro permite adivinar que cuando no estaban juntos –casi siempre- el cordón de plata que los unía funcionaba como un puente de supervivencia. La obra es un exponente típico de teatro de cámara, atriles incluidos. Es un buen texto –traducido y adaptado por el director Oscar Barney Finn- donde hay más campo para las emociones que para la reflexión pero siempre a través del diálogo, con escasas explosiones que permitan un ejercicio de teatro físico, de contacto corporal y sensorial. A la pieza le falta cierta hondura y le sobran muletas de sostén como las constantes visitas a la mesa bar. Pero los personajes están dibujados sin traiciones y con acierto.
Es difícil aunque no lo parezca manejar estos duetos actorales sobre todo cuando los fantasmas a corporizar son tan potentes. Son desafíos de clima y sobre todo de vínculos. Barney Finn es un viejo lobo de mar en estas aguas porque hasta su cine las navegó y sabe donde tensar, donde aflojar y cuando un silencio se vuelve indispensable. Ejercita una vez más su oficio, sensibilidad y buen gusto en esta ocasión pero con resultados desparejos. La música de Diego Vila no ayuda mucho para condensar la atmósfera ideal, la duración sin ser abrumadora permitiría un poco de tijera y lo más delicado, el vínculo, no llega a la platea con esa vibración interna que hace de una situación convencional un relámpago a veces sorprendente. El espectáculo va de menor a mayor con un comienzo frío, distante y un poco forzado para ganar calidez a medida que las desventuras personales de Williams y Magnani buscan y encuentran su lugar en las actuaciones. Osmar Núñez es un actor excelente, muy sutil en la regresión implacable del genial creador de El zoo de cristal que lo lleva del éxito mundial a un ocaso inevitable: hasta su figura parece volverse más quieta y enjuta. De a ratos impresiona como el intérprete de un monodrama, porque es un poco dificultoso el tendido hacia el otro personaje. Virginia Innocenti aprovecha la intensidad y los desbordes de esa mujer que es una hoguera de deseos, alcanza un punto culminante cuando se entera de la muerte del amante de Williams y busca quizás un poco más a su compañero, pero el modelo –tal vez porque el cine la dejó indeleble en la memoria de todos- se la devora. Las objeciones de hilado fino no le quitan valor ni jerarquía teatral a esta resurrección de dos gigantes del espectáculo, un regreso que impresiona y duele cuando uno piensa cuánto hemos perdido y retrocedido. Releer a Tennessee y ver de nuevo las películas de Ana podrían ser una buena terapia.
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