Se dió a conocer la segunda parte de la serie Comedor-Living-Jardín de la obra Todos felices que firma Alan Ayckbourn y que dirigió Oscar Martínez en La Plaza. No ví la primera. La segunda me pareció una comedia norteamericana típica, con bastante de las tan exitosas sitcom para televisión y con un historia decididamente antigua. Allá sobre fines de los sesenta una familia más bien disfuncional se reúne en la casona de los ancestros para un fin de semana que -se supone- tiene algo de velatorio anticipado porque la anciana matrona de la residencia no abandona el lecho. Tampoco se muestra, sólo se la menciona. En esos pocos días se tomarán algunas libertades y se permitirán exhibirse un poco por dentro, al fin de cuentas han salido de sus casas y el corcho puede dispararse. Son tres mujeres y tres hombres, todos de mediana edad, todos insatisfechos y con deseos de ser infieles sin abandonar ese círculo de afectos que palpitan bajo muchas capas de cinismo de salón. Lo que sucede divertirá con travesuras previsibles a un público poco exigente por medio de una puesta llena de trampas, golpes bajos y sobreactuaciones que al ser deliberadas pasan por estilo de actuación. La duración cauta -75 minutos- y los buenos trabajos son puntos a favor, ninguno desentona y más bien todos se lucen: Carlos Portaluppi (es imposible verlo en algo donde no imponga su solidez de actor), Muriel Santa Ana (excelente y con mucho papel), Carola Reyna (demasiados tics para su neurótica de libro), Juan Minujin (tiene carisma pero es curioso como consigue papeles de seductor, ya lo fue en el film Eva y Lola), Peto Menahem (le van perfecto los despistados y repite un poco el dibujo de su guionista de la película Juntos para siempre) y Silvina Bosco (sobra comediante para tan poca exigencia). Los elementos visuales y sonoros, impecables.Lo que no pega son las menciones locales -Quequén, Pinamar- en una pieza que no tiene ni el menor elemento argentino.

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