UN NUEVO PUENTE

Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.

domingo, 20 de enero de 2013

DANZA DE VERANO Y SU ESENCIA POÉTICA Dentro de un universo teatral donde se van perdiendo las obras con cimientos sólidos para dejar lugar a trabajos más livianos e impredecibles, dramaturgias exploratorias donde el texto queda sometido a las ideas de dirección y a lo que puedan dar los intérpretes –por suerte en nuestro medio son de buenos para arriba- el regreso de Danza de verano de Brian Friel es valioso. Es injusto que nadie haya recordado el estreno de esta obra a mediados de los noventa en el Teatro del Globo con una extraordinaria puesta de Agustín Alezzo, de las mejores que recuerdo en mi largo peregrinar por estrenos, con trabajos estupendos de Lida Catalano, Angela Ragno y Ana María Casó entre otros que no acuden a mi memoria. Pero estamos aquí y ahora, al autor irlandés hay que entrarle con ganas, coraje y amor al teatro porque la pieza, hermosa sin duda, tiene dos problemas: su estructura antigua y un tema que en realidad es muy localista con poco anclaje en conflictos que enganchen al espectador argentino. Esa estampa rural del comienzo de la guerra civil española como preámbulo de la segunda contienda mundial apoya su relato en cinco mujeres de diversas edades que viven apretadas por las prohibiciones de su tiempo y su ámbito, son campesinas típicas que sienten esa luz de un verano que agoniza como una inyección de vida y sexualidad. Hay un muchacho aventurero y solidario que se irá a integrar las famosas brigadas internacionales contra el fascismo, un cura un poco ido y otro joven que casi en un calco del Tom de El zoo de cristal relata lo que vemos desde su nostalgia: como aquella de Teenesee Williams esta pieza también son los recuerdos. Jorge Azurmendi asumió bien el compromiso de manejar este material sin traicionar sus contenidos, aprovecha con oficio las virtudes de sus actrices que se lucen y consigue algunos climas difíciles como el del regreso de una fuga juvenil destinada al fracaso. Le faltó rienda corta en cambio en las danzas del comienzo con exceso de zapateos sonoros, golpes incómodos que impiden condensar el mayor valor de Danza… su poética. No sorprende que la calidez de María Rosa Fugazot se imponga de a ratos ni que la vehemencia de Laura Oliva amenace –ya que mencionamos El zoo…- quebrar el unicornio de cristal, aunque hay que destacar la represión contenida pero feroz de Marta González en un personaje quieto pero clave. Muy bien a su vez Laura Azcurra y María Valenzuela, como así también Luciano Linardi, Michel Noher y Roberto Catarineu. Danza de verano respeta y revaloriza aquél teatro de raíces profundas antes casi obligatorio, hoy poco menos que arqueológico.

viernes, 11 de enero de 2013

LOVE, LOVE, LOVE TIENE MOMENTOS DE MUY BUEN TEATRO
Volvió a la calle Corrientes el binomio Carlos Rivas-Gabriela Toscano esta vez con el inglés Mike Bartlett y su Love, Love, Love. La obra del autor de Cock, que ya vimos aquí, es una demostración cabal de oficio y astucia y supera con mucho a la mencionada. Bartlett tiene el don de escribir con la potencia dramática y el dominio de las situaciones de sus ilustres predecesores –Arthur Miller podría ser uno, William Saroyan otro y en el segundo acto está la huella de Albee en ¿Quién le teme a Virgina Woolf?- pero con una especie de lifting que actualiza sus contenidos. Sandra y Daniel son una pareja que se conoce a mediados de los sesenta en pleno estallido hippie, pegan onda de inmediato y se enganchan sin vaticinar –pero tal vez sintiendo- que lo suyo no terminará junto al furor de los Beattles. La segunda parte lo confirma, están juntos y casados veintitantos años después, tienen dos hijos, Rosi y Teo, en sus vidas tumultuosas caben generosas dosis de alcohol e infidelidad, el rol de padres hace agua y la obra alcanza su mejor momento. En el acto de cierre viven separados, esos adolescentes han crecido y en un encuentro familiar les disparan todo su arsenal de reproches. Ya es tarde para reparar con el afecto perimido pero la cuenta bancaria quizás pueda ser un paliativo. La escena final, que podría parecer endulcorada y vulgar, es el pilar donde se asienta todo la historia: eso son, eso fueron siempre, eso serán hasta la muerte. Sin hallazgos pero con anzuelos eficaces para el público, Love… funciona, sus códigos son actuales y como queda dicho las raíces de su idioma teatral son nobles. El resto lo hacen una puesta impecable y notables interpretaciones. Rivas elabora muy a fondo, sabe que los vínculos son el alma del teatro y sólo laten cuando el trabajo previo ha sido pertinaz. Todos están muy bien pero hay momentos estupendos de Gabriela Toscano en la segunda parte –puede que los mejores que le hayamos visto en un escenario- y se banca sin claudicaciones la difícil responsabilidad de ser antes una chica de 19 años. Pero también impone una nítida inteligencia Fabián Vena para dosificar esa seducción de truhán que le sale naturalmente pero que debe amainar en beneficio de los climas. Vanesa González en Rosi pica también muy alto y sale airosa en la transición cronológica, muestra en el tercer acto que los elogios recibidos hasta ahora –en especial en Todos eran mis hijos- no fueron caprichosos. Con menos papel, Santiago Magariños defiende bien su Teo. No es novedad la eficacia de Martín Slipak, en vertigionoso crecimiento desde la ya remota Una bestia en la luna, su trampolín. Son veloces los cambios a la vista –se trata de tres casas distintas- y es buena la ambientación de Renata Schussheim.