UN NUEVO PUENTE

Aunque Facebook es una red de gran dinámica, para concretar un contacto hay que formar parte de ella en forma activa y no todos desean hacerlo. Un blog en cambio permite asomarse a él de inmediato, consultarlo y salir, sin ser parte de una especie de gran familia predeterminada. Por eso lo sumo a mi necesidad de comunicación, muy en especial para los oyentes de Plumas, bikinis y tango en Fm 92.7 (www.la2x4.gov.ar) que sale los domingos de 11 a 14 y mis espectadores fieles del ciclo Al cine con la UNLa que programo y presento cada jueves a las 19 en la Universidad Nacional de Lanús, 29 de setiembre 3901, Remedios de Escalada. A ellos y los demás, bienvenidos y gracias por cruzar este nuevo puente.

domingo, 23 de abril de 2017

DISCEPOLO RECUPERADO CON CON GRAN LUCIDEZ


Armando Discépolo es una tentación permanente y a la vez un desafío duro para los teatristas. Profundo y despiadado, exige no sólo conocer el género cuando se afrontan sus grotescos. Exige también capturar ese dolor existencial que a la vez alienta -en esto tendrá un pariente muy próximo en Anouilh- temblando como un rayo débil de sol que no quiere apagarse, la esperanza. Para lograrlo el director debe ponerse al servicio del texto y las imágenes que genera, resignando posibles imágenes propias tal vez valiosas y legítimas. Lo hicieron Analía Fedra García (dramaturgia y dirección) y sus asistentes (Ana Belén Saint Jean, Daniela Sitnisky, Leo Méndez y Cintia Miraglia) en la puesta que acaba de estrenar el teatro Regio. Relojero es la obra más compleja de Discépolo, es la última y condensa en una despedida quizás ya pensada toda la perplejidad del autor ante las contradicciones de la condición humana. Discípulo de Pirandello y también del gran Eduardo De Filippo, A.D. contrapone la insolente perfección de un mecanismo de relojería a los disturbios de nuestra conducta, en constante alteración emocional. La familia de Daniel es como tantas otras de su tiempo un espejo de turbulencias políticas y sociales de las que no se habla pero rigen la carencia mayor, la del dinero. Escrita entre el 33 y el 34 cuando se estrena, Relojero ya no resbala hacia la caricatura y el gag como en otros grotescos discepolianos, la crisis del 30 ha encerrado en un globo asfixiante todo lo que sucede. Y además la fractura tan honda nos obliga a pensar en la propia familia del autor, el padre Santo y su frustración vocacional, los dos hermanos en un péndulo afectivo a veces brutal (Armando y Enrique) y la hermana Odilia de tanto peso para ambos.
En 100 minutos la pieza resucita con su texto intacto y estruja el corazón en una puesta que también supo cuidar los elementos visuales y sonoros, vitales para generar clima. La llave principal es la extraordinaria interpretación de Osmar Nuñez en el protagonista, uno de esos capolavoros que harán historia: su Daniel es de una perfección poco común. A su lado brilla otro notable actor, Horacio Roca -gran Pastore en un ya remoto Stéfano- aquí asumiendo un papel muy difícil, debe fluctuar entre el hombre tierno y el canalla solapado. Con recursos más acotados, salvan lo suyo sin comprometer nunca el impacto del espectáculo Martín Urbaneja, Federico Salles, Laura Grandinetti y Stella Galazzi. Una cita imperdible con Armando Discépolo, el más inquietante de nuestros antiguos escritores de teatro.

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